23 de diciembre de 2012

¿Y tú qué eres: pronador o supinador?

Seguro que todos recordáis ese maravilloso anuncio de una conocida cadena de grandes almacenes de ropa  y material deportivo (venga, del Decathlon, que todos sabemos cuál es) en la que se hacían esta pregunta en repetidas ocasiones como algo supuestamente muy importante a la hora de elegir unas zapatillas para hacer running.

En un principio no le presté demasiada atención al tema, pero hablando con mis pacientes corredores durante todo este tiempo, y alguna entrada de blog escrita, me he dado cuenta de que realmente ha podido hacer mucho daño instaurando una falsa creencia, pues parece ser que muchos atletas aficionados empiezan a creer que el hecho de ser pronador o supinador, si no se eligen unas zapatillas en consecuencia, puede provocar muchas lesiones.

Pues bien, vamos a intentar desmontar ese mito ya que, queridos lectores (especialmente pacientes atletas), aunque efectivamente se pueda tener una tendencia a la pronación o supinación del pie, no se soluciona comprándose unas zapatillas para pronador o supinador, y en  mi opinión además tiene mucha menos importancia de la que nos venden.

¿Y tú qué eres, pronador o supinador?
Debemos empezar a definir qué es ser supinador y pronador de pie. El corredor con un pie pronador tiende a cargar excesivamente sobre la parte interna del pie, y el supinador sobre la parte externa. En teoría, es mucho más frecuente tener un pie pronador incluso que tener un pie neutro.

Normalmente, estas mediciones, especialmente en las tiendas deportivas, te las hacen en estático. Y ESO NO SIRVE PARA UNA MIERDA NADA. La pisada puede cambiar 100% de estática a dinámica (caminando o corriendo). Incluso un pie aparentemente pronador puede volverse supinador en dinámica. Es más: puede cambiar de cuando caminas a cuando corres. Así que la única manera medio "fiable" de ver si tenemos una tendencia u otra es observar por donde desgastamos más las zapatillas, o con un estudio durante la carrera.

Supongamos que nos han hecho un estudio correcto. ¿Dónde ponemos el límite de lo normal y lo patológico? ¿Qué desviación de la teórica linea media es normal y cuál no? No soy un gran experto buscando literatura científica, pero aún no he encontrado un estándar validado, y cada estudio pone sus propios límites: unos 6º, otros 12º... Con lo cual, tenemos otra dificultad para definir si un corredor tiene o no una pisada "normal".

¡Pero seamos optimistas! Y volvamos a suponer, esta vez, que hemos encontrado una desviación significativa. Esto es, que sea algo evidente para cualquier profesional que observe al sujeto. Bien: la manera de corregirlo y evitar posibles lesiones a consecuencia de esto (que ahora hablo de eso), no es una cuña inespecífica en unas zapatillas para correr -un poquito de por favor-. Una corrección así puede estar sobrecorrigiendo en la mayoría de los casos, pues las cuñas laterales que ponen los fabricantes suelen ser más que considerables. La opción válida es irte a un profesional cualificado y que te realice, si lo cree necesario, unas plantillas correctoras. Y luego te compras unas zapas neutras.

Ojo, que además tendríamos que descartar que sean posibles lesiones músculo-esqueléticas totalmente reversibles las que estén provocando la tendencia a una pisada u otra. Porque en ese caso la corrección correcta tampoco es una plantilla, sino la solución de dicho problema (como por ejemplo una alteración del tibial puede provocar una caída del arco plantar y por tanto "hacernos" supinadores).

Por último, yo de todo lo anterior deduzco que, aunque parece que hay algunas lesiones que pueden ser facilitadas por una alteración de este tipo en la pisada, el hecho de que no esté bien definido me hace dudar de los estudios en los que se hacen esas afirmaciones (en ese aspecto), pues pueden utilizar estándares para determinar si un sujeto es o no neutro que realmente no correspondan con lo que es significativo. Y, además, en mi opinión sólo sería un factor predisponente o perpetuante (en el caso de que sea algo estructural y no temporal), y no una causa única, pues siempre habría que estudiar las alteraciones musculares que estuvieran asociadas.

Ahora, por favor, volved a ver ese spot, pero esta vez con ojos un poco más críticos.


Saludos.

Nota: es una entrada dedicada a los pacientes. Profesionales sanitarios: tenedlo en cuenta a la hora de leerla.

26 de septiembre de 2012

Tirando piedras... sin esconder la mano

Antes de intentar darle un enfoque un poco más clínico a las siguientes entradas que escriba, tenía que hacer esta reflexión en voz alta, surgida de una conversación con un paciente hace unas semanas.

Resulta que el hombre tiene un familiar fisioterapeuta y osteópata trabajando en otra ciudad, a la que le estuvo hablando de mí y de lo que bien que le iba (llevo atendiéndolo 8 años de todas las lesiones que le van apareciendo). Por lo visto, la respuesta de la buena compañera fue, en esencia: "¿es osteópata? Si no lo es no te fíes". Ahí lo llevas. Según parece, a la muchacha le han convencido de que todo el que no haga osteopatía no es buen fisioterapeuta. O lo que es lo mismo, que todos los fisios no osteópatas hacemos churriterapia.

Y el problema es que es un mal extendido entre los posibles usuarios de nuestros servicios. Hay tanto centro de fisioterapia dando un servicio de mala calidad que la gente empieza a asociar la marca fisioterapia con el tratamiento "en serie" de muchas clínicas y la marca osteopatía, Poyet, inducción miofascial... con calidad, porque "al menos me tocan".

En la charla con mi paciente, el hombre sacó a colación justo ese argumento: "yo es que nunca había estado en un fisio que personalizara la atención y se preocupara como tú". Y de ahí surgió la típica charla de cuánto se cobra por una sesión si atiendes a usuarios a través de aseguradoras (por cierto, @carcasor, ¿y ese cartel, va o no va?). Y continué diciendo que es indigno tener que trabajar por esos precios, pero que se establecen de forma unilateral y que no es tan fácil como podría parecer plantarse y dejar de tratar pacientes procedentes de aseguradoras mientras no suban los honorarios.

Pero tengo que decir que el hombre dio con la clave. Si conseguimos unos honorarios dignos de parte de las compañías, ¿estarían las clínicas dispuestas a elevar la calidad de su atención, o se seguiría haciendo el mismo trabajo? A pesar de que el único propietario que conozco de primera mano sé que sí lo haría, me temo que la respuesta mayoritaria es que se seguiría haciendo exactamente el mismo tipo de fisioterapia, y que los pacientes seguirían percibiéndola como la "terapia mala", la de "todo a cien". Porque no olvidemos que hay grandes clínicas que se están enriqueciendo, y mucho, con esa baja calidad asistencial.

Y creo que es hora de que dejemos de tirarnos piedras sobre nuestro propio tejado, porque si nos desprestigiamos unos a otros, el paciente acaba hecho un lío con tanta contradicción, y si damos baja calidad asistencial directamente desprestrigiamos nuestra profesión, y lo primero tenemos que hacer es asentar la marca FISIOTERAPIA en la sociedad, porque ahora mismo ésta aún no sabe distinguir, en muchas ocasiones, la diferencia entre un quiromasajista de un fisioterapeuta, y lo tendrá mucho más difícil si además tenemos osteópatas, poyetistas,  y demás etiquetas, anteponiendo esa nomenclatura y olvidándose de que son fisioterapeutas.

Espero vuestras opiniones.

29 de mayo de 2012

Enlazando ideas

Es lo que tiene el mundo del 2.0. Dos bloggers escriben unas lucidas entradas y uno comienza a relacionar ideas que le encienden la bombilla. Es más que nunca inteligencia colectiva. Esas dos entradas son las escritas por @di_berti_da, titulada ¿Miedo a la caída?, y por @Javofisio, Brain-on.

En ambas se habla de la importancia que juega el cerebro en la percepción de nuestro estado de salud. En la primera, se defiende la (brillante) idea de que uno de los hándicaps a la hora de la recuperación es la instauración de nuevos patrones corporales asociados a los movimientos y posturas anormales que se adquieren durante la lesión, ya sea por protegerse del dolor o por la utilización de ortesis.

En la segunda se pone de relieve que los cambios neuronales que se producen gracias a la plasticidad neural son siempre parte esencial en la recuperación del paciente: una de las cosas que se sabe con seguridad de la terapia manual es que es neuromoduladora, y que gracias a eso funciona como técnica fisioterapéutica.

Y aquí es donde empiezo a relacionar ideas, y a lo mejor lo que expongo es algo que por la mayoría de mis compañeros más versados que yo ya es más que sabido. ¿Puede ser que la respuesta neuromoduladora que provoquemos con nuestra actuación sea a a través de cambios en el esquema corporal? Me explico: si realizamos repetidas movilizaciones (por ejemplo) de forma correcta, en la dirección en intensidad correcta, ¿no estamos introduciendo un nuevo movimiento, en este caso correcto, como sucede a la inversa en el caso de las lesiones? ¿Estaríamos provocando pequeños cambios en el esquema corporal que hiciera más eficiente el movimiento y por tanto menos lesivo?  Se me ocurre que puede ser una manera de integrar el hecho de que estamos actuando sobre la estructura con la demostrada neuromodulación que se produce con nuestra intervención. 


Lo dejo en el aire, para escuchar todas vuestras opiniones y críticas. Saludos desde la calurosa Sevilla.

24 de mayo de 2012

El Hermano Pobre

Aprovechando una productiva conversación mantenida con @FisioAso por mail hace unos días voy a  lanzar a la blogosfera una sensación que me mantiene en perpetua indignación desde hace varios años.



En pleno apogeo del debate de si deben o no deber existir especialidades en fisioterapia, en el que no voy a entrar ahora mismo, nos encontramos ante una realidad bien clara: YA existen especialidades en fisioterapia. Y me explico: cada profesional, ya sea por vocación, porque los empleos que obtienen le obligan o porque a su clínica acuden en mayor medida un tipo concreto de pacientes, se forma en postgrados o máster centrándose en un determinado área: neurología, dolor crónico, uro-ginecología, deporte, etc. Es cierto que todos, especialmente cuando terminamos la formación universitaria y estamos completamente perdidos, hicimos al principio formación de  todo tipo, pero a partir de cierto punto solemos seguir una tendencia marcada.

Y lo que me resulta enervante es el menosprecio detectado, en multitud de conversaciones mantenidas con compañeros, hacia aquellos que nos dedicamos principalmente a las alteraciones músculo-esqueléticas. Es algo que vosotros mismos podréis comprobar pensando lo siguiente: cuando os planteáis qué tipo de caso derivaríais, siempre pensamos en neurológicos o uroginecología, por ejemplo. Sin embargo, pocos o casi ninguno se plantea derivar a pacientes con determinadas alteraciones músculo-esqueléticas, porque dentro de la propia profesión es considerado "lo fácil". Incluso muchas veces he sentido falta de respeto dentro de la propia profesión con frases del tipo "es que todas esas cosas son muy fáciles de tratar y lo hace cualquiera, pero un paciente neurológico no lo trata bien casi nadie y hay que tener mucha formación". ¿Se insinúa con frases de este estilo que yo no me he formado por el simple hecho de que trato sobre todo alteraciones músculo-esqueléticas? El problema es que esta sensación ha calado en cierto porcentaje de la población, y en mi opinión es una de las causas de la confusión de la gente a la hora de encontrar un profesional, confusión que hace que en ocasiones acudan a quiromasajistas y similares: "total, como es una cosa simple, me lo trata cualquiera".

¿Esto a qué es debido? Pues creo que uno de los principales motivos es la propia fisioterapia. Me explico: todos sabemos de centros en los que se hacen tratamientos "industriales" en los que la atención personalizada es algo de lo que ni han oído hablar (el porqué se hace eso es para otro debate también interesante). Desde luego, ese tipo de tratamientos sí que son fáciles de realizar, pues prácticamente es el ABC de la "botonterapia". Nota: No quiero decir que la electroterapia sea inefectiva, sino que como todo hay que pautarla de forma individualizada y correcta para cada paciente, y no a todos igual.

Por eso, desde aquí quiero romper una lanza en favor de los que nos hemos especializado en los problemas músculo-esqueléticos, y es que nos formamos como los que más (con errores a la hora de elegir la formación, como todos), y realizamos el mismo proceso que cualquier otra especialidad: anamnesis, exploración, juicio clínico, planteamiento de tratamientos y objetivos, reevaluación. Y en bastantes ocasiones me he encontrado auténticas chapuzas hechas por compañeros que apenas tocan trauma, pero "como es muy fácil" se han aventurado a hacer tratamientos y han retrasado, y mucho, la recuperación del paciente. Así que, por favor, hagamos caso a la imagen que hay bajo estas líneas, y seamos consecuentes con nuestros pacientes y con la profesión.


15 de mayo de 2012

Manos apagadas

Hasta hace muy pocos meses no había escuchado nunca el término "hands off". Cosas de la motivación para investigar y el espíritu crítico que fomentaban en mi escuela cuando yo estudié la carrera. Siempre he sido muy mecanicista, pero en muchas ocasiones era consciente de que no era suficiente, que multitud de situaciones no se explicaban únicamente por un fallo "mecánico", y que otros razonamientos fallaban en su sustento científico más básico.

Fui profundizando, en la medida de mis modestas capacidades investigadoras (bueno, lo dicho acerca del espíritu crítico que nos inculcaban abarcaba una nula formación sobre cómo buscar evidencia científica), acerca de conceptos como sensibilización central, y gracias a la comunidad 2.0 conocí a los chicos de la SEFID y tuve la oportunidad de ir al congreso que organizaron en Alcalá. Aunque los conceptos comenzaron a quedarme cada vez más claros, siempre me encontraba el mismo muro: mis pacientes no aceptaban lo que intentaba inculcarles, e interpretaban que yo les decía que su dolor era inventado por ellos.

Ojalá hubiera tenido a mano la gran frase que el amigo @arturosuch publicó el otro día en twitter: Esto no significa que el dolor no sea real, sino que no se produce debido a un estímulo doloroso.

A pesar de todo ello, muchas veces había tratado a mis pacientes, especialmente en lesiones de rodilla y tobillo de larga duración, a base de ejercicios propioceptivos sin ponerles una mano encima. Utilizaba el camino correcto pero con las justificaciones equivocadas, y quizás por ello los resultados no siempre eran todo lo positivos que cabría esperar: ¿si las expectativas del paciente son importantes a la hora de que un tratamiento funcione, el hecho de que tus razonamientos no sean todo lo sólidos que debieran puede provocar que dicho tratamiento no sea 100% eficaz?

Afortunadamente, a mediados de enero apareció un paciente con un diagnóstico... bueno, sin diagnóstico realmente, porque sus manifestaciones clínicas eran tan difusas que los médicos se habían despachado con una "gonalgia", tras intervenirlo "para ver que encontramos" y extraerle una supuesta plica. Yo no podía definir su problema más que con un síndrome femoropatelar, ese cajón de sastre que tan bien explica el Dr. Pablo Codesido, pero más por asignarle una etiqueta que por otra cosa: estudiando sus signos y síntomas, sólo saqué dos cosas en claro: tenía más miedo que (como se dice por aquí) siete viejas a hacer cualquier gesto con la rodilla, y un sistema propioceptivo totalmente "muerto" debido a la inactividad.

Así que comencé un tratamiento basado en, sobre todo, ejercicios propioceptivos (no, no he utilizado nunca el plato ni la tabla) y, gracias a lo aprendido en el congreso de la SEFID, a ir realizando, en entornos controlados, aquellas actividades a las que tenía pánico, que eran prácticamente todas: tenía miedo incluso a estar sentado jugando a la videoconsola, sin poder olvidarse ni un sólo instante de la rodilla. Todo ello acompañado de explicaciones sobre qué es la sensibilización central para que entendiese el por qué del tratamiento, pues sus expectativas eran las clásicas: masajes, movilizaciones...

El balance, tras más de cuatro meses de tratamiento en los que la dificultad de los ejercicios y la complejidad de mis explicaciones fue en aumento, es muy positivo, y el paciente, tras estar tres años de baja, ha vuelto al trabajo con casi total normalidad: tan sólo necesitó un VNM de "recentraje rotuliano" los primeros días. Sabía perfectamente que no era necesario, pues había comprendido la naturaleza de su dolor, pero le hacía "sentirse mejor". Sin embargo, la experiencia en este tipo de tratamiento me deja algunas reflexiones en el aire acerca de esta revolución en cuanto al dolor crónico.

La primera es la dificultad de hacernos escuchar por nuestro paciente: no todos los pacientes están abiertos a aceptar este tipo de planteamientos, y generan respuestas del tipo "yo no me lo estoy inventando", o "¿entonces es psicológico?". Yo no sé vosotros, pero yo aún no estoy en disposición de "elegir" a mis pacientes (cuando haya inventado un sistema de tratamiento pseudocientífico revolucionario y sea rico hablamos), y si ellos no aceptan o entienden mis argumentos, es imposible llevar a efecto un tratamiento hands-off con éxito. Y, como profesional y como "empresario", mis pacientes/clientes me exigen resultados.

Otra punto a tener en cuenta es que pienso que, en casi todos los pacientes, los problemas que se nos presentan son multicausales. Por tanto, un tratamiento exclusivamente hands-off será casi siempre incompleto. La educación con respecto al dolor crónico es, como cualquier técnica, una herramienta más que tenemos para el manejo y tratamiento de la lesión, con el fin de la desaparición de la misma. Como ya se ha comentado en algún blog, no nos podemos ahora volver unos "talibanes" del cerebro olvidando la estructura. Sé que es muy tentador escuchando hablar a determinados monstruos de la fisioterapia y la neurociencia, pero integrémoslo en lo que ya sabemos, y no desechemos lo demás.

Por último, como curiosidad, decir que me ha producido un sentimiento contradictorio el trabajar "sin manos". Por un lado es muy satisfactorio lograr resultados integrando nuevos aprendizajes, sobre todo basándote en ciencia y no en palabrerías. Pero por otro lado me ha dejado la sensación de que la mayor parte del mérito es del paciente, por su saber escuchar, por abrir su mente y ser capaz de razonar que hay algo más allá de lo que la cultura nos ha enseñado.

Espero no haberos aburrido mucho con mi primera entrada, que al final se ha convertido más en una autorreflexión que en otra cosa. Espero vuestros comentarios. Bienvenidos.

PD: Quiero dar las gracias a todos los fisios 2.0 que me habéis ayudado a abrir este blog con vuestros ánimos y consejos, sobre todo a @di_berti_da, @carcasor y @fisioaso, ellos saben por qué.
Y, por supuesto, dar las gracias a mi señora que me estará viendo, y que soporta estoicamente que le dedique al internete horas que por derecho le pertenecen.